Nadie tiene éxito seguro ni gloria comprada.
Hoy somos una carcajada y mañana agudo llanto.
Respiramos lo más puro del oxígeno y elegimos contaminarlo.
El placer también duele y el dolor es excelente maestro para confrontar con conciencia la realidad.
La vida es todo y nosotros nada.
No apreciamos la tierra y es la única que nos impulsa al nacer y nos envuelve al morir.
Tenemos un cuerpo fluyendo en libertad y las ideas esclavizandolo.
Es irónica la ansiedad por el futuro cuando lo único que nos espera es la puerta al infinito que para atravezarla nos exige entregar el cuerpo, y amamos tanto lo superficial que desprendernos de él nos provoca terror cuando el único requisito para disfrutar de la eternidad es renunciando a todo...
Incluso al tiempo.
Somos amantes del tiempo y gobierna de tal manera nuestra psique que en pleno momento de disfrutar estamos sufriendo por la prisa y relajarse cuesta un gran esfuerzo por desprendernos de la idea de que al hacerlo, perderemos el tiempo.
Cuando todo termina en realidad algo comienza.
Así seamos o no, estemos o no, lo aprobemos o no, vivamos o no.
Dejamos la tarea de vivir para comprometernos con el ejercicio de sobrevivir.
La tarea de vivir es regla general al ver la luz del mundo, el ejercicio de sobrevivir es cláusula de un contrato llamado sociedad.
Lo que conviene al alma disgusta al cuerpo y lo que fascina al cuerpo lo destruye. Entonces es cuando vacíos y desesperados buscamos a un alma que vagabunda y descuidada siempre resulta fiel y dispuesta a arroparnos. Ahí comienza la catarsis de prejuicios sobre reglas de creer y ¿a quién creer?
¿A dónde llevo a mi alma a que se pula?
¿En qué escuela de fe inscribo mis ansias de aprender?
¿Quién me ofrece lo que conviene a mi capricho de aprender el dominio de mi propia alma?
¿Qué escuela de fe me dirá lo que quiero escuchar?...
Graduar el alma es desprender el apego hacia los chantajes del mundo para poseer el grado de iluminación que es la llave absoluta para trascender.
La puerta que más tememos es el
umbral de la muerte, pero temíamos profundamente a los eclipses, a la rotación de la tierra al rededor del sol, a las tormentas y al espacio exterio,r hasta que lo descubrimos y explorando nos dio la libertad emocional de tranquilizar esa instintiva alerta en natural transición; ¿Entonces...