16.2.17

Cuentos para suicidas.

Lo mejor que pudo pasar fue la lluvia, así se confundió cada lágrima entre gotas y cada trueno ahogó los gritos desesperados de mi espíritu harto de soportar la física de mi edad.

Ada: -Eres mi mejor amiga, puedes confiar en mí.- sin embargo mirándola a la cara no podía dejar de desear que estuviera muerta, que dejara de mentir frente a mis ojos y se volviera el reptil que yo deseaba pisotear con la saña de mis acumulados resentimientos.

¡Gracias!-Le dije apretándole las manos en seña más que de fraternidad, de contención.

Ada: - Pronto lo vas a olvidar, él no te merece.- Y volví a sentir una fiera atrapada en mi estomago a punto de soltar el zarpazo contra toda esa cara llena de cinismo hablándome dulcemente.
 No me duele él - Le dije - y la abrace con fuerza queriendo hacer de sus huesos polvo entre mis brazos.
Corrí... di la vuelta y salí corriendo con el pretexto de guarecerme pronto de la lluvia. Le dije adiós a una historia de amor, una donde las células no habían escogido por qué había escogido yo; una hermandad que maldijo desde su principio el resto de mis siguientes relaciones sociales y sin embargo la defendí siempre como lo único real que me pertenecía, mi voluntad, por que yo la elegí.
Y sucede que la realidad te enfrenta a un espejo cósmico en el que todo cuanto te rodea, tiene tal exactitud con tus vivencias, los conflictos, los atajos, las oportunidades y las emociones son canales en el fluir de la realidad ¿hacia dónde enfocarte en medio del caos? 
Queriendo huir regrese a casa, sintiendo literalmente la zozobra de un perro cuando mete la cola entre las patas; que enervante sensación. 


Helen: - ¿Le preguntaste? - Exclamaba sacudiéndome insistente por toda la rabia con que me vio partir antes. 
No...- Le dije con fastidio. Después de todo que ganaba yo sacando una imagen diabólica de alguien que había santificado tanto.  
Helen: - ¡Debes estar bromeando, tienes todas las pruebas para tirarle la máscara ¿Qué estabas pensando?- 
Verdaderamente no estaba pensando, estaba sintiendo. 
Me metí en mis propios pensamientos y deje de escuchar el sermón capital que rezaba mi prima con toda vehemencia, me deje caer en el sillón junto a la puerta y sentí como el corazón me bombeaba aceleradamente precipitando la sangre en mi cabeza, todo punzaba, todo corría, todo se colapsaba en forma de adrenalina que entre el sudor y la ropa mojada por la lluvia confundían por suerte las lágrimas que me exprimían el dolor.

Quería entender a mi estomago sin incluir a mi cabeza. Tome tiempo, días, y a casi un mes seguía reteniendo ideas inconclusas incoherentes y ruidosas.
¿Como sanar una emoción tan infiltrada entre los huesos?
Había pasado por todo en esos largos años de confidencialidad y la principal testigo había utilizado el principio básico de la ley sobre la delincuencia: -"aquello que dije había sido utilizado en mi contra"- y desarmando mis estrategias había reforzado las suyas despojándome de todo lo que le interesaba de mis posesiones materiales y sentimentales. 
Volví a comprar ciertas cosas que perdí, volví a construir ciertas relaciones fracturadas a causa de haberla elegido con prioridad, pero las emociones involucradas y los sentimientos rotos, esos no conseguí reconstruirlos fácilmente.
La vida no me hacía sentido.
   Dr: - ¿Puedes explicarme esto que sientes?  
Y yo no podía hablar, el dolor había paralizado mis intestinos y apenas me dejaba respirar.
 Dr: - Voy a inyectar pero será suave y dolorosamente, si te mueves deberemos repetir el proceso así que intenta respirar y sostener el dolor con esta almohada entre los dientes.
Ahí estaba yo, un año más tarde muriendo de una gastroparesia deseando no haber consumido tantos alimentos nocivos estancados justo en el momento menos indicado dentro de mis intestinos. Gritaba mentalmente mientras gemía como una vaca a punto de parir una cría. 
No tenía ni la edad ni las características para hundirme precipitadamente en el pantano de las condiciones físicas en las que comenzaba a sumergirse mi cuerpo. 
¿Quién se instaló dentro de mi? No reconocía ninguno de mis pensamientos, no podía saber si era genuinamente yo quien estaba eligiendo odiarlo todo incluido mi cuerpo.
La traición había dejado de ser una ingenua palabra novelesca en mi subconsciente para empantanar cada uno de mis felices pensamientos dejando a flote solo aquellos de resentimiento como escudo protector del alcance afectivo. 
¿Por que estamos desconectados...-Pensaba de forma impotente- por qué?
La necedad y el miedo anteceden todas las relaciones, poniendo sentimientos tóxicos de por medio cómo la dependencia, la prepotencia y la manipulación.
Es que aunque podía desde ese espacio elegir no mirar lo que no me gusta, no conversar lo que no me interesa, no rodearme de energías absorbentes y todos esos ejercicios que me exponían a una intoxicación emocional dejándome al exilio de la existencia, al desánimo y la incongruencia, a la soledad absoluta donde solo quedaba mi ilusión con insolencia; respirar me estaba dando pereza.
Salí del hospital adormecida del cuerpo pero despierta en percepciones. Me habían calmado la molestia intestinal pero sin sentir el cuerpo me aferraba cada vez más al dolor del espíritu, que como un holograma impregnado de deseo buscaba justificar la ansiedad suicida. 
El mundo me parecía en cualquier enfoque impregnado de odio, de guerra, literal guerra biológica, química y en todo ámbito la atmósfera me abrazaba en su hoguera desde los cinco sentidos haciéndome sentir secuestrada dentro del mismo planeta tierra.
La sociedad según mi visión momentánea era aterradora; en revistas, televisión y en todo medio a mi alcance me revivía potencialmente la hostilidad, apatía, indiferencia, negligencia, ignorancia, arrogancia, rivalidad, autoritarismo, perversión, egoísmo, poder; escoge tu (pensaba para mis adentros) entre todos los artilugios de desenvolvimiento que estamos instruidos a desarrollar para interactuar como supervivientes de esta descarnada selva donde somos el experimento más macabro del desarrollo intelectual.
Llegue a la farmacéutica con prescripción en mano tratando de relajar mi paranoia y solo conseguí imaginar cuánto en esa galería aprisionaba los sentidos de cada paciente para evadir los gritos de auxilio de nuestros cuerpos en relación al alma. Callar síntomas básicos para llevar a la salud al abismo de las consecuencias inevitables, anestesiar tempranas molestias aletargando indicios de enfermedades graves creadas por una insignificante emoción.    
Vi claramente entre los estantes los experimentos como asesinatos a toda clase de vida paralela a la humanidad para lograr cada fórmula, manifestando superioridad con la excusa prepotente de la evolución y la supervivencia como pretextos perfectos para confundir y abusar de forma arbitraria del regalo de nuestra capacidad intelectual con el desarrollo de la comunicación. 
¿De qué diablos nos servía haber desarrollado el talento de la comunicación?- pensaba con fiereza- si finalmente entre más hablamos más nos confundimos que más valdría habernos quedado bestias, así tendría sentido cada despiadada interacción. 
Tendríamos tanto que aprender de la lealtad de los animales y por el contrario los tratamos ventajosamente con crueldad poniéndonos en posición más irracional que ellos con noble instinto, rechazando reconocer que son seres de alma libre aprisionándolos en cautiverio, consumo y domesticación según nuestro apetito. 
En mi cabeza no había pensamientos menos despiadados haciéndome la imagen perturbadora de que somos la especie más peligrosa jamás imaginada al principio de la creación. 
Somos sinónimo de destrucción -pensaba agobiada- después de haber construido tanto, hemos transformado este paraíso en una basura.
Y ya está - me auto sermoneaba con descontento- confirmado desde mi desencanto anímico: Nadie se suicida por casualidad, después de todo esto ¡y como no! (me afirmaba convencida) si no puedes salir huyendo de un planeta con sofocantes habitantes pues por lo menos escapas del cuerpo que te retiene girando en torno a él.
En sincronía con las manecillas del reloj seguí un paso tras otro casi huyendo pero sin ningún destino aparente, deseando que la realidad ruidosa que me rodeaba desapareciera fugaz a mis espaldas y de alguna forma silenciara por fin las historias venenosas que se expandían rápidamente dentro de mi. 
Me topé entre los comercios de las calles para mi desgracia con todas aquellas imágenes reforzando mi amargura, animales en venta, ancianos intentando comerciar con la competitividad de los grandes establecimientos, niños harapientos ofreciéndose a oficios a cambio de una moneda o sobras de comida y apresure la marcha para perderme pronto con la distancia.  
Llegue a la calma de un pasillo entre árboles que presidían la entrada de una iglesia. Me relajé.
Recibí con agradecimiento un estremecimiento entre el silencio limitado al canto de las aves y los pasos de las ardillas jugando entre las ramas. Me dispuse a sentarme en el borde de un rodete de jardinera y suspire; el aire profundo que entro por mis pulmones intoxicados de miedo salió con la misma prisa que mi desconcierto al percibir una extraña presencia justo a mis espaldas. El susto por instinto me había girado el cuerpo y fue exacto la reacción del chico que me miraba con los ojos rozados de haber llorado el doble que yo todo ese año entero. 
No quise asustarte- le argumente tímidamente.Pensé que estaba solo, realmente no te sentí venir- contesto en voz bajita- puedes quedarte, este sitio es perfecto si quieres llorar.
Sonreí por impulso y me encogí de hombros inventándome automáticamente una historia de estar esperando a alguien, y recobre de inmediato la seguridad por haber encontrado esa excusa perfecta.
Muy bien- me dijo el chico poniéndose de pie- de cualquier forma ya me iba yo.
Me sentí conmovida por su evidente imagen desencajada y frágil, tenía unos jeans deslavados oscuros mismo color de la sudadera que parecía dos tallas más grande para su diminuto cuerpo, percibí un sentimiento similar al mío o, por lo menos, la vibración de alguien que está colapsado en pesadumbre como la que me había arrastrado a ese lugar a mi, así que le invite suplicante a hacerme compañía mientras esperaba a mi ficticia cita.
Cayó con desgano justo a donde había estado sentado pero con el cuerpo a medio girar hacia mi, juntando las manos entre sus piernas jugueteando nervioso chocando sus dedos y haciendo aros entrelazados entre ellos. 
Disculpa si me he entrometido, no he querido cortar tu meditación- le dije fingiendo no haberme percatado de sus lágrimas- vengo un poco distraída en mis pensamientos por eso no te vi.                                                                                                                        He salido de confesarme- comentó preguntándome enseguida - ¿alguna vez te has confesado ?
No quería herir sus sentimientos provocando más incomodidad en el curioso encuentro, pero tampoco podía contestarle con más mentiras, yo no había entrado a una iglesia por voluntad desde mi primera comunión. 
Si- respondí con pesadumbre- le he contado todos mis pecados a alguien que no ha sabido respetar mi secreto, por el contrario me traicionó.
El chico no pareció inmutarse; por su actitud imaginé que esperaba una respuesta acorde a sus circunstancias por que siguió comentando: 
El padre de esa iglesia me ha dicho que merezco perfectamente la penitencia que me ha impuesto la vida, y me ha mandado a advertir mi condición por honestidad con el mundo y a servir a los demás hasta el día de mi muerte para disipar un poco mi pecado...- y dicho eso enmudecimos los dos por un instante.
 ¿Qué podría opinar yo desconociéndolo todo con respecto a las normas de esa iglesia y mucho más a las razones de ese cura.
¿Tú estás seguro de haber hablado con el sacerdote?- pregunte con intriga por qué el sentido común me motivaba a creer que era un mal entendido- quizá alguien lo ha reemplazado por travesura. 
 Ha sido él y no tengo duda-continuó- vengo desde la infancia a esta misma iglesia y le conozco bien la voz.
 Los sacerdotes también son personas con problemas como tú y como yo y es de humanos errar- argüí tratando de dulcificar su experiencia- tal vez su edad, su salud o quizá hasta su estado de ánimo lo indujeron a emitir semejante "condena".   
Condena es la palabra correcta- acentuó el chico- he servido fiel a esta comunidad con la devoción de algún día pertenecer al cielo a pesar de todo y hoy he terminado expulsado sin piedad.
Habiendo apenas podido terminar de articular esa frase estalló en llanto con el amargo dolor de un herido de guerra en pleno campo de batalla. Alguien que evidentemente ha sido blanco, herido y vencido por un enemigo que espera con la obvia saña contrincante verlo sufrir sin remedio hasta su último suspiro.
¿No entiendo cómo te ha podido tratar así?- pensé en voz alta mirando por inercia hacia el edificio- creí que ahí dentro solo se respiraba armonía y se demostraba compasión. 
...para la gente normal- me refutó atribulado. 
¿Y qué es  para ti la gente normal?- le pregunte de inmediato con la intuición de algo irracional y pre-juicioso de tras fondo. 
¿Es que no lo has visto...- vociferó enojado- tú crees que somos fáciles de ocultar?
Era muy frágil y eso era claro, su lacerante herida le transportaba con sus palabras a un mundo paralelo en el que todo le causaba daño profundo y yo, como simple espectador me encontraba abrupta y sarcásticamente observando mi propia imagen de unos instantes atrás como en un radiante y vivo espejo.
Ahí estaba mi incongruencia al salir de aquella sala de emergencias con una prescripción médica que me expulsaba de la zona de sentimientos reales.
Sus facciones eran las mías, su frustración y abatimiento me habían atraído como un imán para gráfica respuesta a mis preguntas necias.
¿Te ha echado por prejuicios? - le dije con curiosidad- por que si ha sido así debes estar feliz en vez de triste - le asegure- el cielo no es un monopolio y ese edificio es una prisión de miedo bajo, no entiendo yo que condiciones y reglas ¿para que desearías ser aceptado ahí?
 Entonces y como autómata reaccionó mirándome profundamente.
Esa es la casa de Dios- dijo recriminando mi conclusión- y yo soy VIH positivo ¿cómo puedo esperar que me perdonen? 
No supe a quien rogarle iluminación o reclamar en ese instante la cadena de tabúes opresivos; ese pequeño ser lleno de terror estaba frente a mi despojándose del poco amor por si mismo para justificar como sagrada una institución que le había impregnado culpa y rechazó a si mismo.
¿Por que era tan cruel el juego de la coexistencia y más enredado que el teléfono descompuesto de los juegos de la infancia?
Comprendí con alivio mi rebeldía y el sentido de mi curiosa exploración desenfrenada casi "inmoral" a los ojos colectivos que me había entrenado para el mundo real y ver así con inclusión y sin rechazo toda situación y expresión de vida. 
Interpreté mi miedo al abandono cuando vi su terror al despojo de sus ideales.
Ese cielo por el que Él había retraído su personalidad y el cielo que yo creí perder en mi infierno emocional no eran más que el mismo cúmulo de ilusiones que nos despojaban de la coherencia por ignorancia de disfrutar nuestra propia plenitud sin intermediarios.
Y aceptando que nada sería perfecto a mis ideas pero sería perfecto a las necesidades de la armonía con que debe fluir la atmósfera que me rodea, le tome de las manos y le atraje a mi pecho.
Yo también quiero entender a mi espíritu sin que me estorbe el cuerpo- le dije con compasión queriéndole contagiar amor o inyectarle una dosis de autoestima- ¿No te das cuenta que no necesitas intermediarios para estar en armonía con Dios?...
Más delicada y rota no pudo ser su reacción, se descargo la tempestad sobre sus ojos hasta expulsar el ultimo destello de energía negativa fuera de su materia.
Este cuerpo humano es tan efímero y que poco sabe de lo etéreo. Yo no estaba frente a un muchacho defectuoso, pecador o enfermo a juicio social, estaba frente a mi misma, frente a los incoherentes miedos colectivos y las debilidades carnales que nos limitan la experiencia trascendental de la conciencia. 
Olvida las historias que te han dicho -le supliqué- olvida la tragedia que has observado en un crucifijo mal interpretado, olvida el miedo impregnado, olvida la palabra muerte.Siente el viento, en él viaja la esencia de tus antepasados, de los míos, en él viajan las cenizas, átomos y partículas, en él nos abraza la energía sabia de los que se han transformado de cuerpos humanos a la esencia misma del universo sin límites, una sabia forma del Ser, una alquimia que infunde vida eterna... 
Siento la vida - me dijo en tono de angustia- no quiero morir, siento con todo mi ser que todo es vida. 
Hoy soltaste una ilusión - le dije como si al hablar y a través de él refrendará mi convicción a superar mi propia disyuntiva- Hoy podemos haber perdido un deseo, y al perderle ha sido solo un capricho ¡no la esencia de la vida! 
Yo amo lo que soy desde mi infancia- me aseguró con desahogo- siempre y donde sea que me encontraba todo se llenaban los espacios de alegría y de vida. Aún viviendo la sombra del silencio y el miedo he disfrutado ser parte de lo que me rodea, aunque no encajara allí y... aunque muera pronto. 
Chiquillo tonto - le sentencie- tú mismo lo has manifestado ¡No hay tal cosa llamada muerte, todo es vida!
El instinto es el gran maestro en la confusión.
En cada momento decisivo generamos esa chispa que late en nuestro interior mostrándonos lo que sincroniza con nuestro ser y lo que no.
Esa sabiduría ancestral viene conectada desde nuestra raíz estomacal hasta la psique. 
Si duele y molesta quizá debemos replantear cualquier posibilidad, y elegir un camino que se conecte a nuestra armonía para continuar evolucionando.
La libertad es un derecho natural e individual de cada ser.
Si la sensación es de paz tenemos la respuesta.
Desde aquí y desde hoy atenderé mi viaje conscientemente- suspiró- ¡Todo es vida!










15.2.17

Celebra tu vida para descansar en paz. 

La vida es tan frágil y la muerte tan rotunda que es mejor construir un puente entre ambas cuando aún hay tiempo. No permitas que el miedo a hablarlo deje en sorpresa la inevitable transición y al irse tu cuerpo nadie sepa cómo ayudar a la paz de tu alma.
  1. •EXPRESA TU VOLUNTAD para que seas honrado y despedido como anhelabas.
  2. •CUENTA TUS DESEOS para que nadie tome la iniciativa de someterte a otras costumbres que no reflejaban tu personalidad y tus pensamientos.
  3. •COMPARTE TUS HISTORIAS para que los demás celebren tu vida con bellos recuerdos y anécdotas sin hacer cadena de suposiciones o ideas erróneas por comentarios necios y prejuicios.
Nuestra partida es inevitable pero no tiene que ser más dolorosa. 
Doloroso es que nos hagan rituales que no nos representen, que nadie se ocupe de nuestra voluntad por seguir consejos, costumbres y caprichos basados en remordimientos, y se termine haciendo la voluntad ajena sin intentar complacer al espíritu de quien amamos en vida.

11.2.17

Y un día el alma rompe el cuerpo y se echa a volar...

Se me oscureció el semblante, la muerte estaba rodeándome constantemente haciéndome sentir lo rotundo de sus pasos y la profundidad de su huella, sentía el estomago arrugado de sensaciones aleatorias dando saltos nerviosos por todo mi cuerpo. 
¿Sería ya hora de dejarme vencer? 
A la distancia estaban todos los anuncios espectaculares dándome ideas con sus frases estimulantes impregnadas de sentido emocional oculto:
¿Está harto de su realidad? anunciaba una empresa de consultoría.
¡La ruta de escape ideal! promovía una empresa turística.
La ultima decisión es la que cuenta... advertía una joyería sugiriendo anillos de compromiso. 
Deje de ver y comencé a mirar... me estaba sumergiendo en un letargo abismal de nostalgia y todo a mi alrededor me hacía perfecta sincronía.
El corazón ya no latía timbrándome el pecho como en mis momentos intensos, por el contrario, igual que mi respiración, los latidos eran imperceptibles y mi ánimo concordaba con ese adormecimiento. 
Cerré los ojos permitiendo que el peso escurriera mi cuerpo sobre el asiento y deslizando mi cabeza con total desgano en el ventanal.
Esta será la última vez que mire hacia atrás -pensé enfocando los puntos de luz y sombra que la vista dejo para mis adentros, al tiempo que mis lágrimas humectaron ligeramente mis pestañas.-
Esto era todo, para mi no había nada más, estaba clarísimo que me encontraba dentro del cuerpo equivocado en el tiempo equivocado con el entorno equivocado; tenía motivos para gritar pero odiaba las reacciones de los extraños imprudentes tanto o más que las de los conocidos. Odiaba las preguntas seguidas de repuestas necias, odiaba las conversaciones con prejuicios caprichosos, odiaba las agrupaciones con afinidades ridículas y las reglas sociales que tenían más fachada de manipulación que de orden. 
-¿De donde diablos he venido yo?- argumente con amargura recordando todos esos percances de rebeldía que uno tras otro me permitían confirmar lo lejos que estaba de "pertenecer" a ningún sitio posible dentro de cualquier estructura ya establecida. 
No abrí los ojos a pesar de estar consciente de cada sonido que me rodeaba, no intente interesarme de ninguno en particular por que de atraparme de alguno habría vuelto a la maraña de los "porques" que alimentaban mi hostilidad hacia toda forma de expresión humana.  
Reconocí entonces cada punto de mi cuerpo, sentí que me picaba una intensa comezón en el pómulo derecho y no hice el menor intento por rascarme. Imaginé que de estar muerta la comezón era lo de menos así que la ignore, dejando a mis pensamientos ir al interior de mi garganta que recién acababa de tragar saliva intentando controlar a mi reacción para no mover otro músculo capaz de complacer una nimiedad tan caprichosa de mi cuerpo en esa intensa picazón.
-No voy a complacer ningún capricho más... ¡Ninguno!- refute con toda la fiereza de mi instinto apretando los ojos que inmediatamente como irónica burla dejaron a las lágrimas caer refrescando justo el area de mi pómulo que estaba por hacerme enloquecer.
Abrí los ojos y nadie por suerte me miraba, a mi alrededor la vida seguía andando dentro de esa caja con neumáticos que paraba y avanzaba según el tráfico. 
¡Valga los caprichos!- proteste denuevo desvaneciendo la cabeza y cerrando los ojos nuevamente hasta perder el sentido en un profundo sueño.-
Llegue corriendo hasta un centro escolar y alguien me solicitó ayuda para llevarme a un niño de educación especial al evento en un gran auditorio de varios colegios, trepamos a una mini van que remolcaba un vagón que según mi subconsciente debía entregar al llegar al auditorio. Incoherentemente coherente de pronto me vi de pie frente a una piscina llena de gente y las llaves de la mini van cayeron precipitadamente al fondo del agua. Mi corazón comenzó a acelerarse y mi estómago lleno de angustia volvió a arrugarse pidiendo auxilio, todos parecían ignorar mis súplicas y entre la presión y la angustia tuve que comenzar a despojarme de la ropa para meterme a recuperar las llaves, un zapato y un calcetín salieron volando ruborizando mis mejillas al notar que tenía las piernas cubiertas de bellos como un futbolista, todo esto cuando me di cuenta que el agua comenzaba a descender lentamente y pude alcanzar las llaves con facilidad sin necesidad de sumergirme. De un brinco salte medio mojada y en la superficie mis pertenencias habían desaparecido lo mismo que a la distancia vi pasar el remolque por una colina chocando con todo lo que atravesaba a su paso, grite, grite y grite en esos mugidos ahogados en los que nadie suele escuchar cuando más lo intentas, trepe a la mini van y arranque tratando de perseguir el vagón remolque que había desaparecido ya de mi alcance cuando roce con toda la parte lateral izquierda de la mini van una reja de alambre en espinas que protegía las paredes del auditorio. Mi pulso aceleró aún más y comencé a llorar desesperadamente pidiendo auxilio para encontrar al vagón cuando reparé en que olvide al niño que originalmente debí traer a ese sitio, nadie me miraba siquiera, bajé corriendo hacia la multitud gritando desquiciada por auxilio, reclamaba el haberme comprometido a hacer algo que no estaba preparada para hacer y caí de rodillas sobre un pedregal chocando mis manos con fuerza sobre las rocas mientras lloraba en una intensidad perturbadora...
¿Estás bien?- comencé a escuchar a cierta distancia - ¡oye! ¿Estás bien?- me decía insistentemente una voz extraña al tiempo que levantaba la cabeza de un respingo volviendo a la realidad.-
Disculpa...- dije con la vergüenza mayúscula a una mujer con cara de susto que se encontraba de medio pie recargando una rodilla en el asiento contiguo- ¡tuve una pesadilla... que pena, gracias por despertarme¡- le dije casi sin voz por la garganta irritada.-
Gemías fuerte, pensé que estabas teniendo un ataque ¡que susto me has dado!- me dijo sonriendo con discreción en tono divertido.-
Me tape la cara y en un segundo también estaba por atacarme de risa. 
Estoy bien- dije entre risas y comenzamos a reír sin parar-
Ella se sentó al lado mío después de pedir permiso y sugirió hacernos mutua compañía ya que el tramo seguía siendo largo para llegar al destino del transporte y después de mi "episodio de sueño epiléptico" como ella misma le llamo, propuso mantenerme despierta por mera precaución.
 ¿Hacía donde vas?- comenzó en seguida con la encuesta que oficialmente me tenía aborrecida en el acostumbrado ejercicio de iniciar una conversación.-
...al infierno... le habría querido contestar, pero gracias a su intrépida aparición al salvarme de aquella tonta pesadilla, debía ser mínimamente amable y nada me costaba disfrazarme de sociable por las horas que restaban del viaje.
-Me estoy mudando, iré a vivir al centro de la ciudad- 
Y sucede que la realidad te enfrenta a un espejo cósmico en el que todo cuanto te rodea, tiene tal exactitud en su engranaje de vivencias; los conflictos, los atajos, las oportunidades y las emociones son canales en el fluir de la realidad. ¿hacia dónde caminar cuando se ha oscurecido?
Platicamos fluida y confortablemente, no teníamos nada en común (como todo lo que me había rodeado en mis años de existencia) pero estaba siendo interesante no predisponerme con alguien por su hermosa cualidad de desconocida. Me divertí con sus anécdotas impregnadas de espontaneidad, nunca había escuchado a alguien contar las tempestades de la vida desde dentro de un paraguas; le había llovido duro a esta mujer, y ella no se había empapado ni una gota. 
El humor le había dado alas a su larva emocional y en vez de arrastrarse como un gusano de humanidad, había echado a volar con alegría sus posibilidades infinitas cuando no teniendo nada, su actitud había sido ese todo que la sostuvo.
Me contó que había perdido un amor, un bebé y una familia que le dio la espalda, pero que jamás había estado más contenta que en este actual estado de libertad.
Me golpeó el pecho con sus palabras mientras me miraba con curiosidad, solo ella sabe cuál fue la expresión de mi cara para girarse del todo frente a mi con un gesto de condolencia. 
Me hizo rabiar, me estaba mirando ahí con toda la lastima que un ser humano podría inspirar.
Levante la mano y le afirme: 
No hagas conjeturas, un día malo es pasajero- Dije firmemente tratando de ponerme a la altura de su vibración energética.-
No lo logre.
Llore a los dos segundos y le solté sin freno ni medida: 
No ha dejado de importarme la vida, la verdad es que nunca me ha importado...- Y silencio sepulcral.-
¡La cague! -Me grite internamente. -¿Para qué le dices eso a una extraña, qué quieres por respuesta? Odias la vida, la gente, el ruido, el curso de la historia, las organizaciones sociales, el idealismo, las literaturas terapéuticas ¿y te pones a provocar un discurso adormecedor? 
Estaba todo tan claro para mi subconsciente:
Hay una sola cosa cierta en este mundo y no es la muerte, es la estupidez, porq la muerte es transformación de la materia pero la estupidez es la realidad intrínseca.
¿Y qué haces viva...?- exclamó en tono chacotero- ¡muérete! - me dijo palmeándole de frente al pecho y echo a reír a carcajadas. 
Yo evidentemente puse cara de idiota por que ella me palmeo una vez más al hombro con invitación a disfrutar del parloteo. 
Carcajeamos sinceramente, y seguimos por un rato hablando tonterías que parecían afirmar que la vida era una simpleza sin motivo de preocupación.
No estoy convencida de que la muerte signifique morir.- siguió diciendo en tono no tan serio pero más claro.- A algunos simplemente se nos da la tristeza, como cosa simple, estar triste es un estado natural del cuerpo, pero creo que en el universo hay inexplicables circunstancias, de entre todas , la más inexplicable es la necedad humana que lo lleva inevitablemente a su amargura, aislamiento y rechazó.
¿A que diantres se refería con eso de que la muerte no significa morir? Yo no suelo ser expresiva en mis palabras pero imagino que mis gestos con bastante claros en denotar los pensamientos. Ella sin detenerse seguía explicando su punto:
Yo creo que la palabra muerte no aplica tan definitivo para el que se ha ido como para el que sigue ocupando su cuerpo - afirmó así con tono certero una idea que yo no podía plantear plenamente pero tampoco me atrevía a rechazar por ser tan atractivo el pensamiento de que sin cuerpo aún hay vida.- yo si creo que esto que tú vez aquí- dijo tomando mi mano señalándose el pecho- es un vehículo como este camión que nos desechara en otro lugar una vez terminado el viaje.
¿Entonces has dicho en serio que debo morir? - le pregunte tratando de desconcertarla en sus propios términos; para mi experiencia momentánea las personas siempre están predispuestas a escuchar solo lo que les apetece. Quizá ella quería escucharme persuadida y sosegada, y yo desde hace algunas horas estaba decidida a no complacer los caprichos de nadie, así que por supuesto comencé a experimentar la turbulenta idea de no darle gusto a un hilo rompiendo por completo la madeja. 
Si te apetece- afirmó y enseguida pregunto - ¿qué piensas que encontrarás allá? - 
Suspiré largo y profundo, mire por la ventana con la esperanza de atrapar un pensamiento perspicaz que matara el sentido ventajoso de sus argumentos.
Paz- le dije entonces.
¡Ay mija! - reaccionó con un gesto de absoluto convencimiento mirando al cielo y en tono satírico continuó- si no estás en paz donde estás ahora no hay lugar donde lo estés con o sin cuerpo.
Mi estómago se pego a mi espalda, me canse de escuchar a la "gurú del sendero recorrido" y cruce los brazos en modo automático. No se a donde estaba yendo con esta conversación; yo no quería comenzar por principio de cuentas y el resultado de una petición de aislamiento al universo me había por respuesta enviado al loro sabio entre los pasajeros. 
Estoy muy confundida - atine a decir- no puedo callar una idea de mi cabeza, lo he intentado todo, meditación, escándalo, y no puedo dejar de pensar en lo trivial que es la existencia tal cual es, entonces se me van las ganas de existir y me pongo de malas con todo y con todos y...- me interrumpió con un abrazo intenso.
Me invadió totalmente con ambos brazos rodeando mi cuello y mi espalda dejándome apenas un hueco forzoso para respirar.
Yo no levante los brazos, moví los ojos curiosamente a los lados pendiente de encontrar mirones a la expectativa, pero nada, ninguno de los escasos alrededor se inmutó por un segundo.
¡Que chica más sensible! - asintió estirando los brazos tratando de ponerme en posición totalmente frontal aún con la dificultad del espacio entre los asientos - eres una entre mil, piénsate esto, es una cualidad única el especular tanto la realidad entre tanto conformista adormecido.
Según mi experiencia por observación, las personas que viven un claustro de cualquier tipo eventualmente tratarán de enclaustrar a quienes los rodean, eso es casi regla general en esta cotidianidad de compartir pensamientos. 
Alguien dice por ejemplo:
 ¡como sufro del dolor de espalda! mientras alguien más refuta, ¡agradece que es solo la espalda, a mi me duele la espalda y el cuello! Y enseguida en el maratón de quejas aparece un olímpico ganador: ¡¡¡dense de santos que es solo dolor para aspirina, yo he sufrido del cuello la espalda y la cadera a punto de paralizar¡¡¡
...Y el premio a la atención compasiva es para??? desatándose así el tóxico intercambio de remedios para la flagelación del espíritu atrapado en ese quejondrioso cuerpo. 
Pero si entre lo atractivo del drama alguien dice:
Todo es producto de sus pensamientos, ustedes estarían completamente sanos si lo desearan estar.
¡Que charlatan, ingenuo, idealista! ¿Cómo se atreve alguien a despojarnos de la auto compasión con sus ideas ilusorias de balance emocional?
Esa era exactamente mi cabeza marioneta de sus historias al instante de ver a mi ego acuchillado con argumentos que en definitiva me invitaban a despojarme del miedo a las consecuencias claras tras mis dudas en descriptiva aclaración.
No te martirices muchacha- siguió así tratando de relajar la emoción que me brotaba por los poros- no le pidas nada a la realidad hasta que no estés consciente de lo que estás dispuesta a afrontar.
Mi enfoque estaba totalmente dirigido a un capricho que en este punto había bloqueado mi congruencia y estaba ridículamente peleando con la realidad, negándome a aceptar y esa necedad me había ahogado en un espacio de llanto interno.
¿Por que estaba dándome miserias emocionales cuando lo que mis lágrimas trataban de lavar era el filtro con el que estaba viendo mi presente? 
Allí estaba mi respuesta, ella lo había descifrado con más claridad que una calculadora la tabla del cero; tenía el corazón arrugado como síntoma de manía en la que se disfrazó mi auto compasión como cereza de un pastel exponiendo toda mi pobreza espiritual.
¿Qué has hecho tú por ejemplo?- pregunte sin saber que más decir- ¿cuando has estado cansada de tu realidad, qué has hecho tú para cambiar tu vida?
Bueno cómo te he contado...- siguió diciendo regresando a su posición lateral ocupando con propiedad el asiento- cuando quiero algo, me lo pido a mí misma. Allá fuera no hay nadie que interprete mis ideas por que son solo mías, entonces nadie podrá darme eso que anhelo más que yo misma. 
¿Y funciona?- replique indagando.
Cómo te digo, dentro de ti solo vives tu, entonces tu y solo tú sabes lo que funciona para ti, nadie más. 
Apreté los puños, cerré los ojos y agache un momento la cabeza. Quería subirme a un átomo de mi cuerpo y meterme a explorar el resto de mi composición genética parte por parte. Quería hacer un reconocimiento profundo de mi interior esperando encontrarme de frente y sin temor a errar, el fallo literal para darle compostura. 
 La noche anterior sumergida en profunda nostalgia y con el cerebro lleno de ruido, abrí mi diario, para entretener mi estado ansiedad y las palabras escritas ahí años antes, estrellaron directo dandole a mi ego poder para estrellarme contra el asfalto.
Estaba instalando correctamente en mi el apego, vaciándome de autoestima para dejarle espacio a todas mis historias represivas, a los reproches, chantajes, culpas y miedos que tanto trabajo me había dado orillar en su momento. 
Leí la historia de mi visión del mundo justo después de haber vuelto del cementerio, y comencé a cavar mi propia tumba virtual.
Estoy camino a la ciudad- le confesé en voz frágil casi fúnebre- por que necesitaba morir.
¿Cuál es tu plan- me pregunto al instante- sabes exactamente como dar ese paso si aún lo necesitaras? 
¿Está bromeando; con quién exactamente estoy conversando, me puedo tragar un discurso de abdicación, pero a donde dirijo mi respuesta para semejante pregunta? 
Esta mujer no solo me estaba tomando el pelo, pero se divertía de manera casi insolente justo en mis narices.
Una amiga de la infancia se fue un día a la ciudad- relate- y alguien, en las calles peligrosas de vida nocturna la asesino...- me di cuenta de inmediato que mi tono de voz tomo un giro grave, feroz y concluí rápido- en la ciudad la muerte es común.
Entonces no quieres morir, quieres que te maten- exclamó con extrañeza- y si te escuchará sin mirarte pensaría que eres honesta, pero no te veo nada cobarde, y esperar que alguien haga por ti lo que tú no puedes, es muy cobarde.
No quiero morir como héroe- proteste.
 Eso está claro- dijo la mujer- lo curioso es que estabas buscando paz ¿no es así... entonces por qué quieres dejar una deuda pendiente?
Caramba, eso sí es verdad, y la idea de romper con los lazos es totalmente no dejar cabos sueltos. 
El camión se detuvo, la parada convencional invitaba a tomar un momento para estirar el cuerpo, tomar algún refrigerio en las tiendas de la estación antes de continuar el trayecto. Debió ser un respiro para mi evasión de flechas en tan atinada puntería del arquero que me había topado por acompañante, sin embargo para mi propia sorpresa, me acongojo imaginar si este fuera el final del trayecto dejándome con tal incertidumbre en medio de nuestra conversación singular. 
¿Tienes hambre?- me pregunto con mimo- yo no he comido el día entero ¿me acompañas a buscar algo por ahí?
Asentí de forma corporal y nos pusimos de pie en sincronía, todos los pasajeros bajaban lentamente del autobús según mi percepción y apenas tope suelo comencé a estirarme con relajación, no me había percatado de lo tensos que se habían friccionado mis músculos durante esas horas. 
Olía a fresco y estaba ligeramente nublado, yo tenía puesto un arropable jersey pero mi acompañante bajo en una camiseta ligera para el clima así que subió de inmediato a buscar entre su equipaje algo abrigador. 
Me di cuenta lo mucho que extrañaba el aroma de la comida tradicional, hacía tiempo que entre la prisa y el desgano me alimentaba de enlatados y chucherías. 
¡Que rico huele cierto? - dijo sorprendiéndome entre la difícil decisión de, tras cuál olor perseguir - venga vamos que no tenemos mucho tiempo.
Nos acercamos a la fila de un puesto con un comal gigante donde el chillido de las fritangas y el humo de las cazuelas invitaba a darse un atracón de empacho. La costumbre de una apresurada clientela corta de tiempo movía a los dependientes mecánica y apresuradamente así que no tardamos en ser atendidas y despachadas. 
Nos sentamos frente al camión para no perder de vista al chofer que, una vez subiendo, invitaría tras el a sus pasajeros para continuar el viaje.
¿Qué bien se siente viajar no te parece? - tomándome desprevenida con la boca llena en medio del comentario- es una de las cosas que disfruto más en esta vida. Viajar es como decorar una casa de distintos motivos para ser admirada finalmente.
Cuando no se puede tener lo mejor, se puede hacer lo mejor con lo que se tiene, pensé. 
Había leído algo así alguna vez en algún sitio, y luego de pasarme la vida deseando encajar de alguna forma, estaba en un extraño lugar comiendo una extraña comida y conversando con una extraña persona me sentí como en un extraño planeta siendo la extraña perfecta en vez de la perfecta extraña de siempre. Ahí estaba, y estaba... feliz.
De pronto me sentí terriblemente culpable ¿cómo podía estar feliz después de tanta tragedia? Que irónico era hacer lo que me irritaba ver que habían hecho otros cercanos míos, desinteresarse totalmente por los demás preocupándose únicamente por si mismos. 
¿Cuál es tu comida favorita?- pregunto interrumpiendo mis pensamientos-
Todas las preguntas hasta el momento eran un dilema por responder, yo no creo en el favoritismo, no puedo escoger un dulce si me gusta también lo salado, lo amargo y hasta lo ácido. La comida es una de las cosas que más agradezco en toda la creación, disfrutó la versatilidad de las regiones para proponer distintas mezclas dándole genialidad al resultado. La abundancia de un buen platillo me hace sentir en un paraíso por que si llega a gustarme con exageración siempre deseare que nunca se acabe y el hartazgo me hará eventualmente detenerme pero la satisfacción me hará atesorar la sobra para repetir con devoción la sensación. Si llegara a no gustarme de cualquier forma podría reflexionar la fórmula y guardar el resto para experimentar en el mis propias modificaciones. De cualquier forma jamás comprenderé a quien desprecia un buen recalentado o desprecia algún ingrediente en particular por su aspecto o aroma, el alimento es la experiencia por excelencia de nuestra capacidad de adaptación. 
Creo que no podría elegir- dije después de todo y en tono divertido- me gustan muchísimos platillos, puedo disfrutar muchos sabores sin reparo.
A mi me gusta el postre más que la comida-contesto ella señalando a la vitrina de atrás- creo que estoy lista para alguno de aquellos.
Fuimos de prisa ordenando lo primero que nos apetecía a la vista ya que el resto de los pasajeros comenzaron a abordar indicando que el tiempo estaba por llegar al limite y debíamos continuar. Ella pregunto por el sanitario y yo elegí subir de inmediato, habían sido unos minutos solamente en ese sitio y al trepar al autobús y visualizar desde la ventana me dio la impresión de que extrañaría por alguna razón ese preciso espacio y momento. 
Como dicen en mi pueblo - se escuchó su voz a distancia comentando con algún otro de los pasajeros que topaba - barriga llena y corazón no saltes - y varios echaron a reír alrededor de ella mientras seguía andando hacia el mismo asiento junto a mi.
Creo que debí ir al baño - comente con resignación.-
¡Vamos!- dijo ella sin chistar un momento- no es bueno quedarse con las ganas, ven pidámosle un momento al chofer.
Y jalando mi muñeca de un salto me puso en marcha. Nos disculpamos con el conductor que estaba ya en su sitio pero el sonriente y amable accedió a esperar un instante más sin presionar de ningún modo, así que me apene un poco y trate de ir con prisa. Entre en el area de tocador y alrededor perecía haber caído una lluvia de pétalos multicolores, ningún transeúnte parecía gozar de puntería así que el basurero en restos de moldes de comida, latas y servilletas rodeaba el bote designado para esa función; no pude evitar una mirada de incomodidad y entre sin mirar tratando de no enfocar mis pensamientos en esa parte de lo que hasta unos minutos antes había sido un agradable receso. Lo bueno de estar siendo acompañada era que cada detalle era tan útil como madejas en el hilo para continuar nuestra intensa charla, y enseguida aprovechó ella el comentario para formular una idea que se impregnó en mi memoria como un tatuaje.
Esto me recordó a un audio libro de Louise Hay que preguntaba...- recordó intrigada- ¿Estarías dispuesta a ir a la basura de ayer para preparar tu alimento de hoy? - e hizo una pausa quizá esperando mi respuesta en conclusión.
Yo permanecí en silencio, no podía imaginarme el infortunio de tener que recoger eras envolturas y latas despojadas a depreció para poder experimentar la sensación de degustar otra vez la delicia original como lo habría hecho con un buen recalentado.
Imagino que en la pobreza y la limitación no hay mucha elección- conteste con nostalgia evocando a muchos desafortunados en miseria e inevitablemente exclamé con vehemencia- ¡no, no creo que yo podría¡
¿Entonces...- continuó con suspicaz acento- qué crees que es la nostalgia? Si no un recogedor de desechos para el espíritu, si no ¿de qué crees que alimentas tus pensamientos, tu sentimientos y tu ser cuando vas al pasado doloroso?- aclamó con certeza.
Me llene de toda clase de emociones como un remolino que arrasa con todo desde dentro revolviendo lo más profundo todo lo que encuentra antes de dispararlo con furia.
¿Cómo me olvido de la hostilidad, el abuso, las tragedias y el despotismo de la humanidad? - vocifere con rabia saliendo al mismo tiempo del retrete- ¿Cómo perdono, olvido, ignoro, cómo? 
Por primera vez desde que comenzamos el intercambio de ideas, ella me miró inexpresiva, sin la chispa de humor ni el aire de confianza en sus argumentos. Me dirigí al lava manos y con el agua corriendo por mis manos sentí calma, mucha calma en ese pequeño silencio despojado de palabras necias y oídos sordos, agache la cara y me lave de prisa tomando un trozo de servilleta para secarme la cara, me puse de pie cerca de la puerta y apunte al estilo de un basquetbolista lanzando la servilleta directo al hueco del bote.
¡Le atine¡- dije orgullosa de mi misma al tiempo que avanzamos las dos sonriendo y acelerando el paso hacia el autobús, trepamos y el chofer no estaba, así que relajamos nuestra tensión por la demora ocupando cada una nuestro lugar.
Me imagino- dijo tras una bocanada de aire- que lo te llevas a la boca es con la intención de disfrutarlo mucho, ¿no es así?
Y yo asentí con la cabeza expresando mi total satisfacción. 
¿Entonces, por que llevar cualquier clase de basura a tu corazón...- aseveró al tiempo que cruzaba los brazos en gesto de incomprensión.- no crees que es hora de alimentarnos íntegra y sanamente, física y emocionalmente?
¿Y a como olvido mi dolor?- persistí. 
Todo cuanto existe alrededor de ti son pensamientos que eliges como en una cesta, le atinas a lanzar dentro lo que tomas conscientemente. El mundo está lleno de toda clase de emociones, donde lo saludable y lo nocivo se eligen también. 
Sentí mi cuerpo desde el peso total que lo constituye, me observe tal cual objeto inerte, inmóvil y estático desde una conciencia ligera que me balanceaba flotante frente a el. ¿Donde estaba yo en ese momento y por qué no había notado que el peso de mis emociones confundidas me anclaban a un abismo donde a cada instante iba perdiendo oxígeno y luz. Toque mis manos y las sentí dormidas, recorrí desde esta esencia mi cabello impasible, toque mi rostro, sentí mis pómulos rígidos y mis pupilas girando tratando de abrir los párpados inconscientes, llegue a la yugular donde latía en el vaivén de la existencia mi pulsación ardiente, aligere la exploración en ritmo y fui expandiendo una capa que me cubrió desde el cuello hasta la espalda, como cuando se abraza algo entrañable que se ha tenido largo tiempo lejos. 
Sentí dolor profundo entre mis piernas, y moví con suavidad los dedos de los pies intentando activar desde la raíz cada central electrónica de mi cuerpo, me reactive, la sangre recorrió sobre el empeine siguiendo inteligentemente sus conductos venéreos en todas direcciones y yo, más presente que nunca estaba atestiguando el viaje, disfrutando el recorrido desde ese palco único llamado Ser. 
 
Desperté.
Bullicio y tumulto frente a mis ojos, mi primera impresión fue intentar volverme a mi letargo. Un hombre muy amable me sostenía del cuello preguntándole a un segundo individuo hincado a la altura de mi pecho el estado de mis signos vitales. Me miró a los ojos tratando de avivarme, aunque yo aún veía borroso y rehusaba despertar.
Por encima y entre algunas cabezas curiosas vi señales de la estación, alguien detrás informaba que habían localizado mi contacto de emergencia que vendría en camino, y el hombre que me miraba a los ojos seguía tratando de hacerme reaccionar. 
¿Que era todo esto, cuánto tiempo había pasado, que estaba sucediendo? Me impulsé para sentarme y con alerta me solicitaron calma, mire alrededor y reconocí la terminal de autobuses y el andén por el que debí abordar el camión en que viajaba. 
Estaba en el punto de partida.
¿Como era que había vuelto hasta ahí?
El joven que tomaba mi pulso comenzó a relatarme con detalle que había perdido el sentido antes de abordar el camión (¡nunca fui a ningún sitio!) que tenía un cuadro de desmayo común con pérdida momentánea de la conciencia y en la reanimación se produjeron unos lapsos de alucinación. Sin embargo el pronosticaba algo sin relevancia preocupante aunque me sugería permanecer un momento más en observación mientras esperaba por mi familiar. 
No todos estamos comprometidos a responsabilizarnos de nuestra realidad, por ello es más fácil culpar a instituciones (matrimonio, religión, política, sociedad, cultura, monotonía, etc) y enredarse en el caos hasta agotar desde la médula hasta la conciencia a todo el ser que nos habita. 
Los que eligen ponerse de pie en su propio ámbito, confían, creen, crean y disfrutan sin depender de lo exterior. 
La mejor forma de ayudar a los demás es ayudándose a si mismos.
La mejor forma de relacionarnos con los demás es la adaptación, el respeto y la comprensión de que no podemos controlar el exterior, simplemente interactuar desde nuestro lado bondadoso de la conciencia y amar, conscientemente amar.